Nada somos, en comparación a lo que otros fueron, a quienes sembraron hace tantos años que cuesta encontrar la cantidad de números exactos para definir cuando y donde existieron.
Es tal la inmensidad de nuestras raíces, que nos cuesta sentirnos orgullosos de aquello y los hundimos, olvidamos, pisoteamos, enajenamos y desterramos. Tanta maravilla contenida bajo un aplastante dios sol, que mantiene intacta la maravilla de años siderales.
Hoy quedan rocosos vestigios de un tiempo que parece haber sido mas fecundo que los que atravesamos en un presente que se presenta sin futuro, sin identidad y que mientras nos empeñemos en dejar a un lado, seguirá siendo una profunda interrogante. Desde mi trinchera, comprendí que sin pasado no hay futuro ni mucho menos identidad, identifícate, haz tuyo el sentimiento americanista tan olvidado y globalizado por estos días. Mi tierra y su historia no se vende, no se olvida ni se lucra sólo se conoce, respeta y se vanagloria.Desde los altos miradores de un Pukará, hago un canto a mi pasado y a mis raíces y me siento orgulloso de pertenecer a una cultura prestigiosa y llena de rincones atosigados de una riqueza que no es material, pero si que es pura identidad.
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